Mi querido hijo, el día que me veas vieja, te pido... por favor que tengas paciencia, pero sobre todo trata de entenderme.
Si cuando hablamos, repito lo mismo mil veces, no me interrumpas para decirme “eso ya me lo contaste” solamente escúchame por favor.
Y recordar los tiempos en que eras niño y yo te repetía las cosas para que me puedas entender.
Cuando no me quiera bañar, no me regañes y por favor no trates de avergonzarme, solamente recuerda las veces que yo tuve que perseguirte con miles de excusas para que te bañaras y te enseñe a ser independiente para bañarte.
Cuando veas mi ignorancia ante la nueva tecnología, dame el tiempo necesario para aprender, y por favor no hagas esos ojos ni esas caras de desesperado.
Y cuando mis cansadas y viejas piernas, no me dejen caminar como antes, dame tu mano, de la misma manera que yo te las ofrecí cuando diste tus primero pasos, porque si caminas es porque yo te enseñe a caminar.
Cuando estos días vengan, no te debes sentir triste o incompetente de verme así, sólo te pido que estés conmigo, que trates de entenderme y ayudarme mientras llego al final de mi vida con amor.
Y con gran cariño por el regalo de tiempo y vida que tuvimos la dicha de compartir juntos, te lo agradeceré con una enorme sonrisa y con el inmenso amor que siempre te he tenido, sólo quiero decir por ultimo que el día que cierre mis ojos y me vaya al encuentro con Dios, me quiero llevar tu carita sonriendo en mi mente, tus acciones buenas con el mundo y el orgullo de haber sido tu mamá.